Habitación 0314 - Tirelios Larann

Detrás de la sólida puerta de madera que guardaba la entrada, se encontraba una oscura habitación. Aunque en principio era un dormitorio como cualquier otro de la academia, muchos estudiantes sentían escalofrios al pasar por delante el portal. Se decía que, aunque esa habitación estaba asignada a uno de los magos residentes, casi siempre estaba vacía, y que de noche a veces se podían escuchar ruidos misteriosos. La gente que conocía a tal mago tan sólo veía reforzada tal creencia, pues su excentricidad era conocida en todo el complejo, y su historia un tanto extraña para los estándares de la Academia. Nadie había visto el interior de la sala, pues contadas veces su puerta había sido abierta.

Ésta era una de las veces.

Tirelios entró bostezando por la mañana, después de despertarse con el primer brillo solar encima de uno de los árboles de los ámplios parques de la academia. Le disgustaba dormir en las habitaciones de estudiantes, pues demasiadas veces le traían malos recuerdos, y no quería pagarse una habitación en uno de los hostales de los pueblos vecinos. Tanto tiempo de vida en los bosques de Byakul le habían habituado a la vida al aire libre, y tanto era así que allí pasaba la mayor parte de sus dias. Tan sólo visitaba su habitación para cambiarse de ropa, tomar o dejar alguna de sus pertinencias personales, y alimentar a sus mascotas.

Desde su infancia el hechicero y muchos de os animales que se encontraba habían sentido una especie de vínculo. No sabía bien la razón de ello, pero parecía que aún el más pequeño e insignificante de ellos entendía en cierta manera los pensamientos que pasaban por la mente del joven mago, y el sentimiento era recíproco. Se comunicaba mucho mejor con la naturaleza que le rodeaba que con los supuestos "seres inteligentes" que poblaban el mundo, lo cual le parecía bastante gracioso cuando se paraba a pensar en ello. Desde su vuelta a la academia, había permitido que su vacía habitación fuera poblada por toda suerte de seres, desde plantas salvajes que crecian subiendo por las paredes de piedra hasta pájaros que anidaban junto a las vigas, y pequeños reptiles que reposaban junto a la repisa de la ventana, disfrutando del Sol matutino. Ninguno de ellos se inmutó cuando Tirelios abrió la puerta con su mano tatuada de verde y amarillo, y entró en la sala.

- Buenos dias, chicos!

Tirelios echó una ojeada a los ocupantes de la habitación con una sonrisa muy poco habitual. Contó que había alguien de más en la habitación: Un extraño pájaro que no había visto nunca antes estaba terminando los últimos granos de maíz del recipiente de la comida, y se rió al ver cómo repasaba todos los vacíos recodos en busca de más alimento. - Calma, calma, que de donde no hay no saldrá. - Sacó un pote de un armario y vertió de él más granos en el recipiente, que el animal empezó a picar sin dudar. El mago volvió a dejar la comida en su lugar y sacó de un armario una túnica limpia, con la que reemplazó la que llevaba ahora. Aunque la había arreglado un poco desde la última misión, iba a necesitar bastante trabajo para que quedara algo presentable.

Mientras se cambiaba se percató de que había un sobre a los pies de la puerta. Después de ponerse la ropa lo cogió y lo abrió intrigado, leyendo rápidamente su contenido con sus ojos saltando de línea a línea. Su sonrisa sádica habitual regresó a su rostro. - De viaje, eh? Qué conveniente. - Plegó la carta y se la metió en uno de los bolsillos, mientras abría la puerta de la habitación para salir - Bah, que más da. A ver en qué habitación está la princesa...